viernes, 26 de febrero de 2010

Feminismo.


Soy feminista.

Y tengo que empezar así y dejarlo claro con absoluta determinación. Con orgullo y sin complejos. Porque puedo asumir el discurso feminista en términos comparativos al de un democráta, al de una persona progresista.

Esta entrada está inspirada por un pequeño debate que tuve con un colega, motivado por una profesora de la facultad que muestra sin tapujos sus ideas feministas, sobre el debate he de decir que fue bastante estéril y confuso, así que no entraré en ulteriores detalles ni conclusiones sobre el .

El problema del feminismo hoy es que nadie sabe a ciencia cierta qué es, y yo suelo comenzar, tajante, diciendo que toda mujer debería ser "feminista", ¿porqué? pues por que el hecho de no serlo (o rechazarlo) es tan contradictorio como ser un Rey anti-monárquico, es tirar piedras contra tu propio tejado, y sin embargo, no es ésta la percepción que se tiene del mismo, sino que se ve como una postura radical, de mari-machos trasnochadas, de hippiosas absurdas, de mujeres desquiciadas.

¿Cómo se puede estar tan errado?

Para saber qué es el feminismo, hay que hacer una distinción entre el feminismo en sí, y el denominado "hembrismo". El hembrismo es un término muy poco usado (convenientemente) y que realmente poca gente conoce, lo cual resulta bastante triste, así que dedicaré la entrada a desgranarlo brevemente.



La mayoría de la gente piensa que el feminismo es la contrapartida del machismo, es decir, entendemos como machismo aquellas posturas ideológicas que presuponen un dominio del hombre por encima de la mujer, y que ergo incentivan el patriarcado, por su parte, el feminismo sería entendido como aquellas ideas que fortalecen la idea de la superioridad de la mujer sobre el hombre, y que tratan de imponer una sociedad matriarcal.

Esto es rotundamente falso, la contrapartida exacta del machismo es ese término que usé un poco antes: hembrismo (pincha encima para ver el artículo en la wikipedia), es decir, el hembrismo es una práctica ideológica sexista de opresión de la mujer sobre el hombre, exacto, machismo a la inversa.

El feminismo, en cambio, es algo completamente diferente, el feminismo es una forma de pensamiento que pretende la EQUIPARACIÓN y la IGUALACIÓN de la mujer con el hombre, es decir, el feminismo critica las desigualdades que se dan en las mujeres respecto al hombre, el feminismo no es por lo tanto, una creencia de superioridad, no son feministas aquellas mujeres que dicen que los hombres no servimos para nada (es una postura hembrista) o que tratan a los hombres como basura.

Un feminista es aquel que está en contra del machismo. De la misma manera que demócrata es aquel que está en contra de las dictaduras y el pacifista es aquel que está en contra de la guerra. Es, por lo tanto, no sólo es una idea sana, progresista, y que todos aquellos que se consideren de izquierdas deberian tener en cuenta, sino que además es una corriente que necesita dignificación y veracidad.

Hoy en día, pensarán muchos hombres y mujeres, que el feminismo en nuestras sociedades "igualitarias" es un absurdo. Ni mucho menos. Las mujeres todavía tienen que aguantar muchísimas desigualdades, como las diferencias de salarios, como la discriminación laboral cuando el patrón considera que le resulta más eficaz una persona que no tenga que estar de baja X meses por un embarazo, los techos de cristal existentes y que impiden a las mujeres alcanzar determinados puestos de trabajo, y un largo etcétera.

Con esta entrada pretendo borrar algunos tópicos entorno al feminismo, e incluso recomiendo un uso más normalizado del término. Yo lo digo con orgullo: soy feminista:

PD: para todos aquellos que no comprenden que es el feminismo, esta dibujo disipará vuestras dudas (va por mi amigo, también)


martes, 16 de febrero de 2010

He vuelto.



Como todas las cosas que vuelven (como el turrón de navidad, aunque mucho mas dulce) este blog no iba a ser más. Ni menos. Acábose los exámenes, y todas las desgracias que ello conlleva para un joven como yo que tanto aprecia su tiempo de ocio. En cuanto al blog, le hice unos pequeños cambios (alguien me pregunta que me he hecho en el "pelo"?) y las reformas no quedarán ahí, a partir de ahora introduciré una sección llamada "frikis de la política", os aseguro que os vais a tronchar, no por mi características mordacidad ni mis versos ágiles y bien construídos (cuando pusieron en barrio sésamo que era la humildad no vi el capitulo, y se nota), sino porque trataremos de diseccionar algunos personajes y partidos políticos de la actualidad que son, dejándonos de rodeos, auténticas aberraciones de la naturaleza. Por lo demás, retomaré el tema de la charla de Enric Durán que quedó pendiente, y nada más, para rellenar de contenido la entrada de regreso voy a dejar algo que escribí... que no sabréis ni a qué me refiero con ello, pero no me importa, me gusta la prosa y no sólo escribo sobre política sino también sobre lo que siento y dejo de sentir, es una especie de terapia, que no está la cosa para ir al psicólogo, ahí os lo dejo:

Lejos.

Me desplazo por senderos sombríos, buscando un remanso de paz donde pueda descansar y sanar mis heridas rodeado por los tiernos brazos del sonido blanco. Trato de olvidar aquello que me desgarra por dentro, las espinas que me oprimen el corazón al sentir, pero da igual, aún cuando no recuerdo el significado del dolor, o de un beso, siguen estando ahí esas cicatrices. Cicatrices que son símbolos de un pasado, trazos de un mapa que conforma mi burda existencia. Siempre me alejo lo suficiente del dolor para no tenerlo que enfrentar, pero nunca lo suficiente para dejarlo atrás. El dolor no me hace sentir humano, me hace sentir sucio (¿aunque, qué diferencia hay?) y envenenado por dentro. En este mundo que olvidó como ver el cielo, y en el que la hipocresía campa a sus anchas disfrazada de sonrisas perfectas del todo a cien. Aunque moribundo, me enseñaste a trazar la línea, a no malgastar lágrimas en aquellos que lastran la tierra. En no escribir cartas de amor a quién abusa del mismo.

Lo sé, soy distinto a como recuerdo, fui un alma que se corrompió buscando la virtud. Ignorándome a mí mismo, y viviendo para una hermosa mentira, para una droga que me enardecía, me extasiaba, me hacía dar vueltas entorno a un frenesí desprovisto de razón. Tanto es así que ni mi nombre acertaba a recordar. Y todo eran luces, y el conjunto de criaturas que me devoraban sin piedad, bondadosas, y todas esas cadenas parecían firmes compromisos hacia una libertad superior, hacia la verdad que mi epidermis conocía en los accesos de un placer fatuo y antiguo. Cuando perdí mi dimensión, cuando me convertí en sangre y carne, cuando dejé de hablar, de pensar, de gritar y rebelarme. Aún cuando trataba torpemente de reaccionar con cólera hacia el terrible mundo que me rodeaba, no podía ser libre. Era esclavo de mí mismo. Y sólo trataba de mirar el orden actual de las cosas como el único posible, por eso no quise cambiar, el miedo me aprisionaba, y el terror me aconsejaba no ceder al cambio, por eso abandoné mi mundo, y mi rostro se borró bajo la inoperancia de mi actitud, ante la ignominia del amor. Ese amor que no era más que una dictadura dibujada en el conformismo. Por eso, hasta que no conseguí librarme de mis prejuicios, de mis arcaicos conceptos, de mis dogmas sin fundamento, no conseguí volver a ser yo.

Ya no soy el mismo, ni nunca lo volveré a ser, de la guerra no quedó nada de mí que pudiera salvar. Empiezo, pues, de cero. Ahora estoy avisado, oculto lo que puedo, ya no existe inseguridad o desprecio, ni odio ni tristeza, ni amor ni sonrisas, ni amigos ni enemigos, ni razón ni locura, nada de eso, sólo quiero alejarme.

Sólo… quiero estar

Lejos.